Los sistemas de impermeabilización, una barrera que protege la salud frente al radón
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El gas radón (Rn-222) es un elemento radiactivo natural que se origina a partir de la descomposición del uranio presente en los suelos. Su acumulación en espacios cerrados puede representar un grave riesgo para la salud, siendo considerado por la Organización Mundial de la Salud como un carcinógeno de grado 1 y la segunda causa de cáncer de pulmón tras el tabaco.
Aunque es un problema preocupante para el bienestar de las personas, en España, la normativa relacionada con la protección contra el radón en la construcción se encuentra todavía en desarrollo. El Código Técnico de la Edificación (CTE), por ejemplo, incluye el Documento Básico HS3 (CTE-DB-HS-6) que obliga a los edificios nuevos a tomar medidas de protección si están situados en zonas de riesgo. Esto supone el 17% del territorio nacional, según el mapa del potencial de Radón en España del Consejo de Seguridad Nuclear. Sin embargo, estos mapas no deben considerarse nunca sustitutivos de mediciones reales in situ ya que constituyen el indicador más exacto del riesgo al que se encuentra expuesto cada individuo.
“La acumulación de este gas en el interior de los edificios puede elevar las concentraciones a niveles peligrosos, sobre todo en áreas con suelos conformados por rocas como el granito, entre otros, como algunas regiones de Galicia, Extremadura y la Sierra de Madrid. Para abordar este problema, la impermeabilización se presenta como una solución clave”, explican desde AIFIm, Asociación Ibérica de Fabricantes de Impermeabilización.
Barreras anti-radón
Las técnicas constructivas para evitar la entrada de radón en un inmueble están predefinidas en el CódigoTécnico de la Edificación y se basan, según las zonas establecidas y recogidas en el mismo, en:
- La instalación de barreras impermeables.
- El empleo de sistemas de ventilación como cámaras de aire ventiladas o espacios de contención ventilados.
- Sistemas de despresurización del terreno.
Las barreras anti-radón se colocan de manera continua en contacto entre el terreno y la construcción (cimentación, zapatas, muros, etc.) y deben ser completamente estancas. Entre los requisitos que deben de cumplir están:
- Impermeabilidad frente al paso de gases
Según recoge el Código Técnico de la Edificación, CTE, “la barrera de protección será todo aquel elemento que limite el paso de los gases provenientes del terreno y cuya efectividad pueda demostrarse”. En este sentido, el parámetro fundamental que define una barrera contra el radón es el coeficiente de difusión al radón, que debe presentar un valor inferior a 10-11 m2 /s.
- Resistencia mecánica
Las membranas no solo deben resistir sin daños el proceso de puesta en obra, durante la vida útil del edificio también deberán soportar los movimientos diferenciales de los elementos constructivos a los que van adheridas así como la acción de otros elementos y factores que podrían comprometer su estanqueidad. Por tal motivo, es exigible que sean resistentes a la tracción, al desgarro, al punzonamiento y a la elongación.
- Durabilidad
Deben garantizar un correcto funcionamiento de la barrera anti-radón a lo largo de todo el ciclo de vida de la estructura.
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Tipos de impermeabilización que actúan como barrera anti-radón
Dadas las características anteriormente mencionadas, las membranas empleadas como barreras anti-radón suelen combinar materiales plásticos, con mallas o láminas de refuerzo, constituyendo una barrera multicapa capaz de resistir las acciones que se produzcan durante la puesta en obra y a lo largo de su vida útil.
Los tipos de impermeabilización más empleados para este fin son:
La impermeabilización asfáltica. Es una de las técnicas para prevenir la entrada de radón en los edificios. Este tipo de impermeabilización se aplica en los cimientos y muros de sótano, creando una barrera que impide la filtración del gas. Las membranas asfálticas, al ser altamente impermeables, son capaces de reducir significativamente la concentración de radón en el interior de los edificios. Además, su durabilidad y resistencia a las condiciones climáticas las convierten en una opción ideal para garantizar la seguridad a largo plazo. La correcta instalación de sistemas de impermeabilización asfáltica no solo protege contra el radón, sino que también previene problemas de humedad y deterioro estructural, contribuyendo a la salud general del edificio y sus ocupantes.
Membranas de polietileno. Este tipo de productos se llevan empleando desde hace décadas en aquellos países europeos donde la preocupación por la exposición al radón no es una novedad (por ejemplo Irlanda). Al fabricarse en grandes formatos, están especialmente diseñadas para su uso en grandes superficies (centros comerciales, sector industrial, etc.).
Para garantizar su correcto funcionamiento durante la vida útil del edificio, resulta fundamental que presenten elevadas resistencias mecánicas, por lo que se fabrican con armaduras a base de mallas de poliéster o fibra de vidrio. Están especialmente diseñadas para combinarse con sistemas de despresurización del terreno.
Membranas de PVC. Nuevas tecnologías en el campo de las membranas en PVC garantizan un resultado excelente en términos de resistencia mecánica, impermeabilidad y barrera al gas radón. La elevada resistencia a la tracción permite resistir a los asentamientos del edificio.
En el mercado existen soluciones con membranas acopladas a geotextiles, que se integran al hormigón vertido in situ, asegurando una estanqueidad óptima. Además, algunos sistemas incluyen mecanismos redundantes, como la incorporación de geles expansivos que refuerzan el sellado frente a posibles infiltraciones de agua
Membranas de FPO: Las membranas de poliolefinas flexibles representan una solución avanzada en el ámbito de la impermeabilización y la protección estructural frente al ingreso del gas radón. Este sistema se adhiere de manera integral a la cimentación y a los muros circundantes, ofreciendo una notable flexibilidad y una resistencia muy elevada al envejecimiento. Su durabilidad las convierte en barreras de protección de larga vida útil, capaces de resistir las exigencias del tiempo y el entorno. Gracias a su composición, estas membranas forman sistemas continuos que, al ser instalados correctamente, garantizan un espesor uniforme de barrera de protección. De este modo, no solo actúan como sistemas eficaces de impermeabilización, sino que también protegen las estructuras del ingreso del gas radón, contribuyendo así a la seguridad y sostenibilidad de los espacios construidos.
Membranas de caucho: Estas son flexibles y duraderas, aunque su costo es más elevado.
Sistemas líquidos. Incluyen productos aplicados mediante proyección o rodillo, que requieren formulaciones específicas para garantizar altas resistencias a punzonamiento, desgarro y tracción, como puede ser el caso de las poliureas, o bien aumentar el espesor de la proyección.
¿Qué debemos tener en cuenta para su correcta puesta en obra?
“La puesta en obra de estos sistemas requiere un especial respeto y cuidado para evitar dañarlos. Por este motivo, desde AIFIm, donde representamos a los fabricantes de sistemas y productos para la impermeabilización, siempre reclamamos que la puesta en obra se lleve a cabo por parte de profesionales cualificados y que, en caso de duda, se consulte con el fabricante”, apuntan desde la asociación.
En este sentido, se debería prestar especial atención a los puntos singulares como solapes –que deberán ser tan estancos como la propia membrana–, el paso de tubos o conductos, “que deberían ejecutarse siguiendo las recomendaciones del fabricante, como puede ser el uso de masillas sellantes o el empleo de piezas especiales”, explican desde AIFIm. Tampoco hay que olvidar el tratamiento de las juntas de dilatación, con el objetivo de garantizar tanto la estanqueidad de la membrana como la resistencia a los movimientos estructurales del edificio y los refuerzos en áreas de sobrecarga.
“Dado el riesgo para la salud que supone habitar en espacios con presencia de radón es cada vez más necesario crear conciencia sobre la importancia que tiene la protección de los edificios frente a la entrada de este gas. Las barreras anti radón han demostrado reducir los niveles de radón interior hasta concentraciones aceptables siendo sistemas de tipo pasivo. Además, su uso no supone un incremento económico extra durante la ejecución de una vivienda y pueden sustituir a las barreras anti humedad convencionales aportando mayor protección para los usuarios del inmueble. Desde AIFIm abogamos por un uso generalizado y preventivo de este tipo de sistemas”, concluye la asociación.