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Tipos de humedades y su origen

Las humedades en el interior de las viviendas son uno de los problemas más habituales a los que se enfrentan los españoles. El paso del tiempo, las deficiencias estructurales y la acción de los elementos pueden combinarse para dar lugar a patologías que pongan en riesgo la integridad del inmueble o la salud de sus ocupantes.

La presencia de machas de agua en los edificios afecta muy directamente a su habitabilidad, pero también pone en entredicho su seguridad estructural y la funcionalidad de los materiales, reduciendo su ciclo de vida útil.

Solucionar este problema pasa por un correcto diseño y ejecución de elementos como la cubierta o la fachada; la realización de tareas periódicas de mantenimiento y reparación, donde se puedan sustituir los materiales dañados, o la renovación integral del elemento dañado.

También es clave realizar un acertado diagnóstico, señalando el origen del problema, ya que las humedades pueden deberse a diversas causas:

Por condensación superficial. Consiste en la transformación del vapor de agua que genera la actividad propia en el interior de la vivienda, o humedad relativa interior (cocina, aseo, respiración de los habitantes…) en agua líquida al entrar en contacto con una superficie fría, por ejemplo, una pared insuficientemente aislada. La diferencia térmica entre el exterior y el interior provoca la aparición de agua por la cara más cálida. Si, además, la vivienda no cuenta con una buena ventilación, el problema se agrava y dando lugar a la aparición de manchas, moho, etc.

Mejorar el aislamiento, instalar una barrera de vapor, aplicar soluciones para una correcta ventilación o mejorar la impermeabilización son algunas de las soluciones a este problema. Cabe recordar que los sistemas de impermeabilización no solo protegen ante la humedad, también contribuyen a mantener en buen estado el aislamiento térmico, alargando su vida útil y garantizando su funcionamiento.

Por capilaridad. La capilaridad es una propiedad de los líquidos que les permite alcanzar cierta altura cuando están en el interior de conductos de pequeño diámetro. Las humedades por capilaridad suelen aparecen siempre en las partes bajas de muros y tabiques de sótano o planta baja donde no se ha ejecutado correctamente la impermeabilización.

Para que aparezcan, no es necesario que el inmueble esté cerca del agua o se produzca una avería. En ocasiones la propia humedad del terreno que rodea al edificio, al no encontrar una barrera que detenga su ascenso, sube y llega a impregnar las paredes.

La impermeabilización puede llevarse a cabo con diferentes soluciones como láminas asfálticas o bituminosas, láminas sintéticas y membranas líquidas.

Por filtración (o meteórica). Este tipo de humedades aparece en zonas de la vivienda con una muy mala o inexistente impermeabilización, donde la presión hidrostática sobre materiales habitualmente porosos facilita el paso del agua hacia el interior de la vivienda.

Las causas más habituales para este tipo humedad son la ausencia o mal estado del aislamiento y deficiencias en la barrera impermeable. La lluvia acumulada sobre un tejado mal acondicionado o con un deficiente sistema de drenaje puede ocasionar este problema.

Por rotura o fugas. En este caso hablamos de patologías derivadas de un problema técnico como la rotura de una tubería o una fuga de agua. Este tipo de humedades pueden generar problemas en las estructuras del edificio si no se aborda con rapidez.

¿Cómo detectar humedades?

Para prevenir la aparición de patologías relacionadas con el agua, desde AIFIm insistimos siempre en la importancia del mantenimiento del edificio, revisando aquellos puntos críticos por donde el agua puede entrar con mayor facilitad.

Por el exterior, deberemos prestar especial atención a aquellos puntos singulares como chimeneas y tapajuntas. También es importante revisar los posibles puentes antihumedad (niveles elevados del suelo, muros del jardín, escalones…), así como las grietas en la mampostería o los remates.

En cubiertas y tejados planos es recomendable comprobar el estado de la impermeabilización, prestando atención a roturas, desgarros o punzonamientos, reparando aquellos posibles problemas que se puedan detectar. Tampoco debemos olvidar los desagües pluviales o las rejillas de ventilación, asegurándonos de que no están obstruidas.

En cuanto a la fachada, se debe prestar atención al estado de la mampostería, la piedra, el mortero, los zócalos, el enlucido, el acabado resistente a la intemperie u otros tipos de materiales y acabados.

Y por el interior, se debe estar pendiente de la posible aparición de manchas de humedad en paredes, bajo las ventanas, en los rodapiés o en zonas de elevada humedad como cocinas y baños.

Asimismo, desde la asociación recomendamos que, en caso de aparición de humedades, siempre se recurra a profesionales cualificados. Ellos realizarán un diagnóstico previo, identificando correctamente el problema, y ofrecerán la solución más adecuada.